martes, febrero 24, 2009

Los peligros del doble estándar de Piñera

La campaña presidencial en Chile ha empezado y desde este momento todo lo que digan los candidatos a la primera magistratura estará sujeto al escrutinio público. Por eso los aspirantes tienen el deber de la coherencia.
El inversionista Sebastián Piñera escogió para iniciar su campaña una dura crítica a la Presidenta Michelle Bachelet por su visita oficial de tres días a Cuba. Le preocupaba al empresario que durante la visita no se hubiera tocado la situación de los derechos humanos en la isla y que la Mandataria no se hubiera reunido con disidentes. La primera aseveración había sido desmentida por la Jefa de Estado, quien siempre aseguró que durante las conversaciones con las autoridades cubanas se tocaron todos los temas, incluidos los relativos a los derechos humanos. Incluso en una de sus intervenciones públicas, Bachelet destacó la importancia que tiene la suscripción de parte del Gobierno que encabeza Raúl Castro del Pacto de Derechos Civiles y Políticos. Respecto de la segunda aseveración -que no se reunió con disidentes- si bien no hubo contactos dado el carácter oficial de la visita, la Jefa de Estado estuvo con el cardenal Jaime Ortega. Aunque no se puede calificar de disidente, la Iglesia sí es claramente una institución independiente del Estado.
Nada de lo que Piñera le exigió la semana pasada a Bachelet lo hizo él durante sus dos visitas a La Habana. Él no ve nada objetable en haber ido a ese país, haber usado su calidad de senador de la república para reunirse con las máximas autoridades sin haber mencionado la situación de los derechos humanos, pero sí haber explorado la oportunidad de hacer negocios allí, como lo informaron entonces los medios de comunicación de derecha. Entonces no hubo ningún desmentido a sus intentos de invertir en Cuba. Pero ahora Piñera pretende negarlo.
Más grave aún es que ahora el empresario diga que sí se reunió con la disidencia. Esa es una afirmación que tendrá que probar, porque ni la embajada chilena en Cuba ni las autoridades de ese país tienen indicios que lo haya hecho. Lo lamentable no es que Piñera fuera a Cuba a reunirse con sus más altas autoridades, cuestión que han hecho otros personajes de la derecha. Lo triste es que él ahora satanice ese tipo de encuentros, porque los efectúa otra autoridad del país, que no fue a tratar temas privados con los jerarcas cubanos, sino a representar los intereses del país en una amplia agenda de materias.
Piñera nunca dio cuenta de los temas que él y el ex senador Ignacio Pérez Walker trataron con el entonces Presidente de Cuba, Fidel Castro, con su vicepresidente Carlos Lage y con el presidente del Poder Legislativo, Ricardo Alarcón. Tampoco ha identificado a los disidentes con quienes supuestamente se reunió ni ha explicado por qué -pese a los cuestionamientos al Gobierno de la isla- pretendía efectuar negocios allí. Son todas explicaciones que Piñera le debe al país.